La píldora de los recuerdos (I)

Ayer visité el colegio en el que pasé mi adolescencia. ¡Cómo transforma la memoria la realidad! Todo me pareció mucho más pequeño, más asequible, más cercano. Conforme paseaba por los jardines venían a mi cabeza escenas que por un motivo u otro no había olvidado, como cuando corría para no llegar tarde al oratorio, como el banco donde, sentado, exclamé (no recuerdo por qué) ¡Hijo de puta! y justo en ese momento pasó frente a mí un sacerdote, o la piscina donde casi me rompo un diente, o el árbol tras el que fumé mi primer cigarrillo... y el vestuario donde empezó todo.

Recordé el uniforme que llevábamos, los pantalones que picaban y los zapatos, que cuando eran nuevos resbalaban sobre el suelo de la clase. Recordé los mediodías con el corazón agitado por un maldito examen de la tarde. Y las tardes de verano cuando la suerte ya estaba echada.

La memoria tiende a enterrar los recuerdos malos, pero a veces, cuando menos te los esperas, un buen día, afloran. Leí hace poco que unos científicos trabajaban en una píldora que borraría los malos recuerdos. Estuve pensando un buen rato qué haría si tuviese aquella píldora delante, y al final llegué a la conclusión de que nunca me la tomaría. No quiero olvidar lo que sentí cuando metí los dedos en aquel enchufe; no quiero olvidar la tarde en la que me rompieron el corazón; ni el día en que intenté imitar aquel paso de baile de West Side Story.

Los malos recuerdos nos enseñan, y de hecho, son los que más nos enseñan. Nos hacemos fuertes con ellos. Un hombre sin recuerdos es un hombre perdido, dijo el escritor francés Armand Salacrou.

RM

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Leer tu post me ha hecho viajar al pasado a mi también.

Recuerdo cuando mi abuelo me dio mi primer Werters Original... no... espera... ¡ese no era yo! ¡Maldita televisión mira en lo que me has convertido !

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